Cuánto cuestan las especies invasoras
Las especies invasoras reciben más atención cada día a medida que las consecuencias negativas de algunas de ellas se hacen patentes. El plumero de la Pampa (Cortaderia seolloana) o la avispa asiática (Vespa velutina) están entre las especies invasoras que más centímetros ocupan en la prensa en muchas partes del mundo. Los contenidos de esas noticias se extienden desde las quejas de las personas afectadas hasta las medidas de erradicación, desde el alarmismo hasta la desestimación.
Las invasiones tienen muchos orígenes, como mencionamos en un artículo previo sobre especies animales invasoras en Europa y España. Entre ellos encontramos procesos de dispersión naturales, el descuido (introducciones no intencionadas), el comercio internacional de plantas y animales, la liberación de “mascotas” y plantas exóticas obtenidas legal o ilegalmente y a la introducción intencional con fines comerciales o de control biológico, entre otras. Las primeras introducciones intencionales de especies coincidieron con las migraciones humanas hace varios milenios. Los humanos llevaban consigo especies propias de su lugar de origen para satisfacer sus necesidades y por su familiaridad con ellas. Como bien reza el dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Pero junto con esos migrantes también viajaron de polizontes muchas otras especies, ejemplares de flora y fauna escondidos entre las pertenencias: unas semillas o esporas adheridas a sus ropas o calzado, una garrapata detrás de la oreja de algún animal doméstico, unas larvas de escarabajo en los granos, unos huevecillos de mosquito en el tonel del agua. Con los avances en los medios de transporte, la extensión y el impacto de estas introducciones, intencionales o no, han incrementado con el tiempo; actualmente al efecto del cambio climático acelerado también pone su grano de arena.
Independientemente de su notoriedad, las especies invasoras ocasionan una plétora de problemas donde quiera que van: pérdida de la biodiversidad local y disrupción de las dinámicas de los ecosistemas (como la carpa del Nilo, Lates niloticus, introducida en el Lago Victoria); dispersión de enfermedades que afectan a humanos, animales domésticos y silvestres (como la peste bovina y la malaria aviar); daño a las cosechas (como el gorgojo del algodón, Anthonomus grandis); degradación de infraestructuras (el caso del mejillón cebra, Dreissena polymorpha, es emblemático); interferencia con el turismo y la recreación (como el jacinto de agua, Eichhornia crassipes) e incluso caída en el valor de las propiedades inmobiliarias (como la ranita Eleutherodactylus coqui, cuyos atronadores cantos nocturnos pueden impedir conciliar el sueño). Todo esto tiene un impacto económico directo, sin mencionar el coste de las medidas de prevención, control y erradicación de las invasiones.
Las personas, en general, y los gobiernos entienden mejor el impacto de las invasiones biológicas cuando se lo traduce en números. No tiene el mismo efecto decir que la carpa del Nilo ha acabado con más de 200 especies de peces locales que traducir ese impacto en dólares o euros. Por ejemplo, la serpiente arborícola marrón (Boiga irregularis), introducida en la isla de Guam con el transporte de mercancías, ha llevado al borde de la extinción a la mayoría de las aves y lagartijas nativas de isla. Alguien dirá ¡qué pena! Pero, en numeritos, esta invasión ha costado 4,5 millones de dólares al año, únicamente debido a cortes del suministro eléctrico causados por esta culebrita traviesa. El impacto económico de una especie invasora no depende de su tamaño, ni mucho menos. Los insectos invasores tienen un costo anual global que supera los 76.000 millones de dólares.
El top 100 de las especies invasoras más dañinas
Pero ¿son todas las invasiones igualmente dañinas? ¿Hay especies invasoras más perjudiciales que otras? ¿Cuáles son las “peores”?. Estas preguntas no tienen una respuesta sencilla. Para encontrarla debemos estimar y ponderar todos los efectos negativos que causa cada especie, y luego generar algún tipo de índice que nos permita comparar entre especies. ¿Cómo decidimos si el coste social tiene más, menos o igual importancia que el coste ecológico? ¿Cómo medimos ese coste? ¿Cómo integramos la información que proviene de diversas fuentes, obtenida con distintos métodos y expresada en unidades diferentes? ¿Cómo estandarizamos la información según el ámbito geográfico o histórico de la invasión? Por ejemplo, algunas especies han invadido solo zonas restringidas, causando un daño local enorme pero limitado, mientras que otras se han diseminado por regiones amplias pero con un daño leve en cada región. Otras especies invadieron globalmente hace ya mucho tiempo, y nos hemos acostumbrado a su presencia y el costo acumulativo de su impacto puede pasar desapercibido. Establecer los criterios para etiquetar a una especie como peor que otra y poder así ordenarlas es una tarea compleja que en ocasiones no logra dejar satisfechos a todos los involucrados, a la comunidad científica y a quienes padecen las consecuencias de las invasiones.
A pesar de ello, el Grupo de Especialistas en Especies Invasoras (GEEI o ISSG por sus siglas en inglés) de la UICN ha publicado una lista con las 100 especies invasoras más dañinas (las “peores”) a nivel mundial. La lista se ha elaborado a partir de la Base de Datos de Especies Invasoras a Nivel Global (Global Invasive Species Database) del Programa Mundial sobre Especies Invasoras. Las especies del top 100 del GEEI se seleccionaron utilizando dos criterios: la severidad de su impacto sobre la diversidad biológica y las actividades humanas, y su valor como ejemplo de eventos importantes asociados a la invasión. La inclusión o remoción de una especie en la lista es sometida a la evaluación del Grupo, previa propuesta de los especialistas en esa especie. Por ejemplo, en 2013 se removió al virus de la peste bovina (Morbillivirus, Rinderpest virus) que había sido erradicado en vida silvestre en 2010 y se incorporó a la salvinia gigante (Salvinia molesta). Debido a que muchas veces hay varias especies invasoras de alto impacto en un mismo género, en la lista solo se incluye una especie de cada género; esto con el objetivo de mostrar la mayor diversidad de ejemplos. Por tanto, la ausencia de una especie en esta lista de ninguna manera implica que represente un costo o una amenaza menor. La lista incluye 35 plantas (acuáticas y terrestres), 26 invertebrados, 30 vertebrados (3 anfibios, 8 peces, 3 aves, 2 reptiles y 14 mamíferos), 5 hongos, 2 algas y 2 microorganismos (1 virus y un protozoo) enumerados en orden alfabético.
En esta lista aparecen algunas especies que podrían sorprender al lector desprevenido: el gato doméstico (Felis catus), la cabra (Capra hirpus), el jabalí (Sus scrofa), la rata negra (Rattus rattus), el galápago de Florida (Trachemys scripta) y el jacinto de agua (Eichhornia crassipes), por mencionar solo un puñado. Todas estas especies tienen algunos atributos en común: primero, son tan comunes en casi todo el mundo que parecen naturalmente cosmopolitas, sin serlo, y, segundo, están asociadas al ser humano por una razón u otra.
El jacinto de agua (o lirio de agua) por ejemplo, nativo de las cuencas del Amazonas y el Plata, en Suramérica, atrajo la atención de las personas por la belleza, efímera, de sus flores, que asemejan orquídeas al ojo inexperto; por tanto tiene valor ornamental en jardines acuáticos privados y públicos. Pero también es utilizado como fitorremediador por su capacidad de depurar las aguas contaminadas con metales pesados (ej. cadmio, cromo, mercurio y arsénico). Se emplea también como forraje, en la fabricación de papel y fibras textiles. Estas razones han servido para que la planta se haya transportado legal e ilegalmente desde su región de origen a 50 países en 5 continentes, al punto que actualmente es una plaga en la mayoría de ellos. Una vez establecida cuesta mucho erradicarla debido a la grandísima biomasa que desarrolla y a su extraordinaria capacidad reproductiva vegetativa; en menos de 15 días puede duplicar el tamaño de su población.
La cabra fue domesticada hace 10.000 años y ha acompañado, alimentado y vestido al ser humano desde entonces. Su habilidad para trepar y su apetito voraz y poco selectivo (comen casi cualquier planta que encuentren) las convierte en competidoras muy exitosas frente a los herbívoros locales. De modo que, cuando se asilvestran son capaces de arrasar con toda la vegetación a su alcance en un ecosistema y de degradar los suelos favoreciendo el efecto erosivo del agua y el viento. No en balde, en algunos lugares de Suramérica se utiliza la expresión “peladero de chivo” para referirse a un lugar totalmente desprovisto de vegetación, erosionado y yermo. No sin razón, en muchas regiones, las cabras asilvestradas son consideradas como plagas.
Pero quizá la mayor sorpresa sea encontrar al gato en esta lista. Una de las especies más dañinas del planeta es también uno de los mejores amigos del ser humano. El gato fue domesticado en la región mediterránea hace 5.000 años; desde entonces, ha acompañado al ser humano a donde quiera que va. Como buenos felinos, son unos depredadores formidables, capaces de alcanzar a las aves adultas y a sus pichones en las copas de los árboles o de perseguir y atrapar lagartijas, ranitas, mamíferos pequeños sobre la tierra y debajo de ella. Su capacidad de arrasar con la fauna nativa de las islas es más que conocida. En Australia, los esfuerzos por reintroducir el bandicut dorado (Isoodon auratus), un marsupial de unos 15 cm de largo, y el canguro rata (Bettongia lesueur) han fallado debido, en buena medida, a la depredación por gatos asilvestrados. La cigüeñuela negra de Nueva Zelanda (Himantopus novaezelandiae) se encuentra en Peligro Crítico (CR) de extinción debido, en parte, a la depredación por gatos. Los esfuerzos de conservación del pájaro carpintero de Okinawa (Dendrocopos noguchii) también en Peligro Crítico (CR) y de la iguana de la isla de Gran Caimán (Cyclura lewisi) Amenazada (EN), tienen a los gatos asilvestrados entre sus principales amenazas. Los gatos asilvestrados han contribuido en la extinción de al menos 63 especies a nivel mundial (40 aves, 21 mamíferos y dos reptiles). Pero el impacto económico de los gatos como especie invasora es dramático, como veremos en breve. La solución no es dejar de tener gatos, sino vigilar que no salgan a entornos silvestres y, por supuesto, evitar a toda costa que se asilvestren.
El costo económico de las especies invasoras
La Base de Datos de Especies Invasoras (GEEI) y el top 100 de las Especies Invasoras más Dañinas, no nos indican expresamente el coste económico de esas invasiones, si bien, este impacto se ha cuantificado para muchas de ellas en muchos países del mundo y ha sido utilizado como uno de los criterios para elaborar la segunda lista. Este tipo de información está disponible en otro lugar: la base de datos de acceso público InvaCost. Esta base de datos es la primera de su tipo a escala global; se publicó online en 2020 y se actualiza regularmente desde entonces con los aportes de especialistas y agencias gubernamentales y no gubernamentales de todo el mundo. Con sus limitaciones, es una herramienta robusta, sistemática y confiable.
Si elaborar el top 100 ha sido difícil, estimar el costo global de cada invasión no ha sido menos. Uno de los mayores retos ha sido estandarizar la información de fuentes muy diversas, desde artículos científicos arbitrados hasta literatura gris (por ejemplo, informes técnicos), y obtenida por métodos muy dispares. El método que ha permitido producir InvaCost fue evaluado por pares y publicado en la revista Nature. Desde su publicación, InvaCost se ha utilizado para analizar el coste económico de especies invasoras por grupo taxonómico, por región, por tipo de actividad impactada o por tipo de medida manejo y control; para evaluar la tasa de cambio del coste de las invasiones; para detectar vacíos de información y proponer líneas de investigación; para proponer estrategias de manejo y de regulación de las invasiones biológicas, entre otras. A la fecha existen más de 80 publicaciones arbitradas que han utilizado esta información. En este sentido, la base de datos está sirviendo a su propósito: proporcionar información relevante para los científicos y para las agencias gubernamentales que toman decisiones políticas sobre la prevención, control y erradicación de las especies invasoras.
Los estudios basados en la data de InvaCost han revelado cosas muy interesantes. Las especies invasoras acuáticas (semiacuáticas y totalmente acuáticas) han costado 345.000 millones de dólares desde 1971 hasta 2020, de los cuales, 62% han sido causados por invertebrados, 28% por vertebrados, 6% por plantas y 4% por otros grupos taxonómicos. Entre los invertebrados acuáticos o semiacuáticos, para sorpresa de muchos, tres especies de mosquito Aedes (A. aegypti, A. albopictus y A. japonicus) representan casi 90% del costo (unos 153.000 millones US $). Sí, tres mosquitos diminutos son los malos de la película. Los mejillones de Dreissena (D. polymorpha y D. bugensis), los caracoles Pomacea (P. canaliculata y P. maculata) y el gusano plano (Gyrodactylus salaris) juntos, representan unos 59.000 millones de dólares. Los vertebrados están representados por un pez (Gymnocephalus cernua), la rana toro americana (Lithobates catesbeianus) y el coipo (Myocastor coypus). La mayor parte del impacto de todas estas especies se debe al daño directo causado sobre otros recursos, a excepción del mejillón, cuyo manejo representa casi 50% del gasto y en la rana toro el 100%. Entre las plantas acuáticas aparece una conocida, el jacinto de agua (Eichhornia crassipes). Los mayores costos se reportan para Norteamérica (48%) y Asia (13%), Europa y Suramérica (12%); 26% de los costos no aparecen atribuidos a ninguna región en específico, el resto corresponde a África, Oceanía y Antárdida-Subantártida. Los costos han incrementado exponencialmente en el tiempo, y en 2020 alcanzaron 23.000 millones de dólares.
En cuanto a las invasiones de herpetofauna, tenemos algunos datos muy interesantes. El costo de las invasiones de reptiles y anfibios asciende a 17.000 millones de dólares entre 1986 y 2020; 10.400 millones a causa de los reptiles, 6.400 millones de los anfibios y 334 millones son costos mixtos. Sin embargo, estos costos están ocasionados por dos especies, la serpiente marrón arborícola (Boiga irregularis, 10.400 millones US $) y la rana toro americana (Lithobates catesbeianus); las 19 especies restantes apenas contribuyen, en conjunto, con unos 70 millones. Sin embargo, para 94% de las especies invasoras de herpetofauna (263 de 280) no hay información disponible. Para los anfibios, Europa soporta los mayores costos (6.400 millones US $) y para los reptiles, Oceanía y las Islas del Pacífico (10.350 millones US $).
Los costos de las invasiones incrementan cada año. Entre 1970 y 2017 se totalizaron 1.288 billones de dólares, con un costo anual promedio de 26.800 millones. Pero los costes se triplican cada década. Las prospecciones de ese estudio indicaban que el costo medio anual para 2017 (no compilado al momento del análisis) sería de 162.700 millones US $. Por muy alta que parezca esta cifra, todavía subestima los costos reales, que seguramente nunca conoceremos, porque muchos países no los cuantifican, por diversas razones, o no los reportan.
El costo económico de las top 100 no siempre es el mayor
Entre todos los trabajos publicados hasta ahora, uno resulta muy oportuno para este artículo. En él analizaron el costo económico de 60 de las 100 especies invasoras más dañinas (para 40 especies no había información confiable) y lo compararon con el de las otras especies dañinas no incluidas en el top 100 (463 especies con información), desde 1960 hasta 2020. Los resultados han sido muy interesantes. Las 60 especies del top 100 costaron 148.900 millones de US $ mientras que las otras totalizaron 163.200 millones. El impacto promedio por especie fue mayor en las primeras (42.9 millones US $) que en la segundas (534.000 US $). En el top 100, el gato asilvestrado se lleva el palmarés con 43.400 millones de US $, realmente impresionante, seguido, a mitad de camino, por la rata negra con 23.900 millones de US $. Dos invertebrados muy pequeños, la termita de Formosa (Coptotermes formosanus) y la hormiga (Solenopsis invicta) se llevan el trofeo de la tercera y la cuarta posición respectivamente. Pero ¿qué sucede con las otras especies? Pues que el mosquito Aedes aegypti, transmisor del patógeno que causa la fiebre amarilla, que por una carambola de los criterios del top 100 quedó excluido (porque se incluyó otra especie del género, A. albopictus), es todavía más costoso que el gato asilvestrado: 54.400 millones de US $, algo que no debe sorprendernos dados los resultados del estudio con especies acuáticas invasoras que ya presentamos. Al mosquito le sigue otro invertebrado, el gorgojo del algodón (Anthonomus grandis) con 26.300 millones US $. A pesar de todo, el costo total de las 10 primeras especies del top 100 es mayor que el de las top 10 de las otras (134.900 millones vs 117.100 millones US $) porque las otras especies están dominadas por dos especies y las restantes 8 tienen un costo relativamente bajo. Es curioso que en el top 10 de las otras especies dañinas no aparece ningún mamífero, y que los invertebrados estén representados por artrópodos (6 insectos y una garrapata). Por cierto, esta garrapata (Rhipicephalus microplus) es una verdadera plaga para el ganado bovino, los caballos, búfalos, burros, cabras, ovejas, ciervos, perros, cerdos y varios mamíferos silvestres por su capacidad para transmitir la babesiosis y la anaplasmosis.
A pesar de que las especies del top 100 ocasionan costos medios mayores que las otras especies, el costo en manejo y control de las primeras especies es menor que en la segundas (6% del total respecto a 15% del total). Pero, en general, el costo en manejo es bajo. El sector más impactado por las especies del top 100 es el ambiental (por daño directo) mientras que para las otras es la agricultura (por daño directo y manejo). Las especies del top 100 tienen un costo desproporcionado en Norteamérica (80% del total), mientras que entre las otras especies, el costo está un poco mejor repartido entre continentes (Norteamérica 50%, Asia 25%, Europa 8%).
Entre 1960 y 2020, se gastaron en promedio 9,5 millones de dólares por especie del top 100 por año. Esta cifra incrementó a 100 millones por especie por año después de 2000. Para las otras especies, el gasto promedio fue de 1,7 millones por especie por año hasta 2000, y de 11,8 millones por especie por año después de 2000. Definitivamente algo está pasando.
Ahora bien ¿qué utilidad tiene todo esto? Primero, nos muestra que en efecto, 60 especies del top 100 tienen un impacto económico mayor que el de las otras especies dañinas, pero para 40 especies no hay información económica o la que se tiene no es confiable como para incluirla en InvaCost. Por tanto, es necesario evaluar estos costos y animar a las personas e instituciones que posean información confiable a colocarla en la base de datos. Segundo, estos resultados nos indican que la lista del top 100 es útil para tener una visión global de la diversidad de especies dañinas pero se debe recordar siempre el criterio de inclusión de las especies. Una especie no incluida puede ser tan costosa o más que otra que sí lo está. Tercero, el hecho de que para todas las especies los costos se deban principalmente a pérdidas y solo en una proporción ínfima al manejo puede y debe fomentar estas inversiones. Cabe la posibilidad de que con un incremento relativamente bajo en la inversión en manejo se pueda reducir sustancialmente el costo por pérdidas directas y rebajar así el impacto global de una especie. Por otra parte, la escasa inversión en manejo puede indicar que para muchos países o empresas es preferible asumir la pérdida que tratar de impedirla, no es un secreto que muchos planes de manejo resultan muy onerosos. El impacto ecológico sigue allí y pasará la factura en cualquier momento y en formas inesperadas. La inversión en vigilancia y respuesta temprana ante las invasiones, sin lugar a dudas, es la mejor estrategia a corto, mediano y largo plazo. Finalmente, todos los resultados que se están generando a partir de InvaCost y del top 100 deben ser utilizados para priorizar las acciones de prevención, manejo y erradicación de las especies dañinas. Las administraciones, las empresas y los particulares no tienen recursos financieros infinitos para lidiar con el impacto de las especies invasoras y parece razonable invertirlos de la mejor manera.
Crédito fotos:
Eichhornia crassipes, Verglois en Wikimedia Commons
Felis catus, Von.grzanka, en Wikimedia Commons
Aedes aegypti, James Gathany en Wikimedia Commons
Boiga irregularis, Pavel Kirillov en Wikimedia Commons
Gráfica de costos de especies invasoras, Cuthbert y colaboradores (2022) en Biological Invasions
Coptotermes formosanus, Iratirekondo en Wikimedia Commons
Autora:
Zaida Tárano Miranda
Divulgadora Científica
Colaboradora Provita Internacional
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