Vertebrados que desafían los límites de lo miniatura
Entre los seres vivos macroscópicos, aquellos que podemos ver a simple vista sin ayuda de lentes de aumento, algunos desafían nuestras capacidades visuales y de asombro por sus escasas dimensiones. Pecando de cierta ingenuidad, pareciera imposible que toda la complejidad fisiológica, anatómica, conductual y estética de algunos seres vivos pudiese concentrarse en tan poco espacio. Sin embargo, sí es posible, aunque con ciertas simplificaciones, y más aún parece ser tendencia algunos grupos animales, muy especialmente entre los artrópodos.
Un fenómeno evolutivo
Según algunas evidencias, los organismos multicelulares tienden a ser cada vez más pequeños, si se analiza el cambio en el tamaño en tiempo evolutivo, es decir, en miles, cientos de miles y millones de años. Este proceso se conoce como miniaturización y es una de las fuentes de diversificación anatómica, fisiológica, conductual y ecológica. Se postula que la miniaturización ofrecería ventajas en la competencia por recursos, en la evasión de depredadores y en el uso de nichos ecológicos vacíos; pero estas hipótesis aún no cuentan con evidencias contundentes.
La reducción del tamaño corporal acarrea ciertos costos y por tanto, impone ciertos límites, al menos en teoría. A medida que el tamaño se reduce todo debería ser más simple: las estructuras, los procesos fisiológicos, la conducta. La simplificación sería más tolerable en ciertos procesos y sistemas de órganos que en otros. Por ejemplo, se piensa que el sistema nervioso y los órganos sensoriales no podrían simplificarse sin perder funcionalidad. Aun así, no dejan de encontrarse animales que desafían todos los límites predichos hasta ahora. En 2015 se describió una especie de escarabajo (Scydosella musawanensis) que tan solo mide 0,338 mm, en promedio, lo que lo convierte en el insecto de vida libre (no simbionte ni parásito o parasitoride) más pequeño del planeta.
Entre los insectos parasitoides (que ponen sus huevos en los de otros animales o en sus cuerpos), una avispilla mimárida (Dicopomorpha echmepterygis) es aún más pequeña, con un tamaño mínimo de 0,139 mm en los machos. En esta especie, los machos son los más diminutos, no tienen alas, ojos ni piezas bucales, y las patas están modificadas como ventosas, así pueden sujetarse a las hembras aladas. Las hembras, de unos 0,15 mm, son los insectos alados más pequeños conocidos.
En los vertebrados, la miniaturización se asocia a una reducción en el número de huesos del cráneo, el número de miembros y apéndices, por ejemplo, en el número de dedos, y en la complejidad de los órganos sensoriales, entre otros. En homeotermos, aquellos vertebrados que mantienen una temperatura estable independientemente de la temperatura ambiental, coloquialmente conocidos como “de sangre caliente”, la miniaturización tiene un alto costo fisiológico. Entre otras cosas, los organismos pequeños pierden más calor por unidad de superficie que los grandes, sus tasas metabólicas con también mayores y por tanto, necesitan ingerir alimentos muy ricos en energía para mantener su temperatura. No es casual que algunos de los vertebrados más pequeños se alimenten de néctar.
En la Isla de Liliput
La miniaturización también es más común en las islas que en los continentes, un fenómeno conocido como enanismo insular y descrito por la “regla de Foster” o “regla insular”. A mediados del siglo XX, J. B. Foster comparó más de 110 especies continentales con variedades insulares y detectó ciertos patrones de cambio en el tamaño: las poblaciones insulares eran muchísimo más pequeñas o muchísimo más grandes que las continentales. Entonces propuso que los miembros de una especie tienden, evolutivamente, a reducir (enanismo o miniaturización) o aumentar (gigantismo) su tamaño según el tipo y disponibilidad de los recursos. Estos cambios en los recursos son más probables en las islas. Según Foster, cuando la presión de depredación disminuye se favorecen los individuos más grandes, lo que en tiempo evolutivo se observa como un incremento en el tamaño de la especie (gigantismo insular). En cambio, cuando los recursos alimentarios están limitados, se favorecen los individuos más pequeños, lo que en tiempo evolutivo conduce a la miniaturización (enanismo insular).
Tenemos múltiples ejemplos y evidencias de miniaturización insular. El mamut más pequeño descrito (Mammuthus creticus), vivió en la Isla de Creta hace unos 3,5 millones de años. Apenas alcanzaba un metro de altura, el tamaño de una cría de elefante actual al momento de nacer. En Madagascar se han encontrado los restos de un hipopótamo enano (Hippopotamus lemerlei) que vivió hasta hace unos mil años; medía la tercera parte de sus parientes modernos. Entre los homínidos también se ha encontrado una especie insular pigmea del género Homo que vivía en la Isla de Flores en Indonesia, Homo floresiensis, bautizado como “hobbit”. Medía solo un metro de altura, pesaba unos 25 kg y tenía un cerebro extraordinariamente pequeño (400 cc). Se piensa que su extinción ocurrió hace unos 50.000 años, cuando Homo sapiens comenzó a poblar la región. Este homínido era mucho más pequeño que los miembros de las poblaciones más pequeñas actuales de Homo sapiens, los pigmeos africanos, los twa (África central), los semang (Malasia) y los andamaneses (Islas Andamán y Nicobar, India).
Cinco vertebrados en miniatura
La miniaturización se ha observado en todos los linajes de vertebrados, aunque es más frecuente en unos que en otros, siendo especialmente común en los peces. Sin embargo, no comenzamos nuestro recorrido con un pez sino con el ave más pequeña descrita hasta ahora, el colibrí mosca o zunzuncito (Mellisuga helenae) endémico de Cuba. El macho es más pequeño que la hembra, de modo que, técnicamente, el macho del zunzuncito es el ave más pequeña. Este colibrí mide entre 55 y 61 mm desde el pico hasta la punta de cola, y pesa apenas 1,8 gramos. Digamos que en su tamaño, se parece más a un abejorro que a un ave.
Un pajarillo tan pequeño solo puede anidar en un habitáculo también minúsculo. Su nido, de unos 30 mm de diámetro, es el más pequeño descrito hasta ahora. El zunzuncito no es el colibrí más vistoso, aunque no deja de ser llamativo. La hembra, algo deslucida, es verde azulada con el pecho y el abdomen blancos. El macho, en cambio, tiene la cabeza y el cuello rojo iridiscente, las plumas del cuello sobresalen a los lados de la garganta a modo de largas patillas; las alas y la espalda son turquesa y el abdomen blanco grisáceo.
El tamaño del zunzuncito no le ha permitido escapar de las amenazas globales de extinción que acorralan a la diversidad planetaria. La evaluación más reciente de 2021 lo cataloga como Casi Amenazado (NT) porque sus poblaciones están decreciendo. La principal amenaza a su supervivencia en la sustitución de los bosques por tierras de cultivo (en especial cacao, café y tabaco) y de pastoreo; se estima que solo 15% de su ambiente natural se mantiene prístino.
El murciélago nariz de cerdo o murciélago abejorro de Kitti (Craseonycteris thonglongyai), nativo de Tailandia y Myanmar (estas dos poblaciones están aisladas entre sí y probablemente se trate de taxones diferentes), lleva la distinción de ser el mamífero más pequeño del planeta. Alcanza 29 a 33 mm de largo (hocico a cola) y pesa entre 2 y 3 gramos (no hay referencias precisas). Otro mamífero, la musaraña etrusca (Suncus etruscus), le disputa el puesto; aunque puede ser más liviana, entre 1,7 y 2,8 gramos, en cuanto a su longitud es más grande que el murciélago (36 a 53 mm).
El murciélago nariz de cerdo percha únicamente en cuevas calizas cercanas a ríos, en bosques tropicales y subtropicales, pero se le puede ver en áreas intervenidas. Se alimenta exclusivamente de insectos que obtiene en las cercanías de la cueva, en un radio de 1 km. La minería de piedra caliza, la recolección de guano, el turismo de cuevas y ciertos rituales religiosos en los que se quema incienso dentro de las cuevas están poniendo en peligro (Casi Amenazado, NT) a este curioso animalito.
Entre los vertebrados poiquilotermos o de “sangre fría”, los reptiles, los peces y los anfibios, tienen también sus campeones de la miniaturización. Entre los reptiles, el más diminuto es el camaleón enano (Brookesia nana) descubierto en 2021 en los bosques de Madagascar. El único macho colectado tiene 21,6 mm de largo, de hocico a cola (13,5 mm de hocico a cloaca), y la hembra, 28,9 mm (19,2 mm de hocico a cloaca). A diferencia de otros camaleones, no cambia de color ni habita en los árboles sino entre la hojarasca; su color marrón claro le confiere un camuflaje perfecto. Los ejemplares colectados se encontraron en un bosque lluvioso degradado por lo que se considera a la especie como potencialmente amenazada.
El pececillo más diminuto ha sido encontrado en Sumatra y Bintan; se trata de una especie de carpa (Paedocypris progenetica). Habita en los ríos de aguas negras (su color se debe a la presencia de sedimentos orgánicos) y en la turba, en las capas de agua más profundas y frescas. Sorprende que haya sido encontrado, pues los machos, cuando muy grandes, alcanzan tan solo 10,3 mm de largo. Pero, el ejemplar adulto más pequeño encontrado ha sido una hembra de apenas 7,9 mm que ha permitido catalogarla como la especie de pez más pequeña del planeta. De cuerpo casi transparente, solo destacan las tonalidales rojas y amarillas de la cabeza y la zona pectoral, y vermiculaciones negras en el vientre. Hasta su descubrimiento, el gobi (Trimmaton nanus), una especie marina, era el pez más pequeño (8 – 10,2 mm).
Aunque parezca increíble, los hábitos de Paedocypris progenetica lo están poniendo en peligro (Casi Amenazado, NT). Los bosques pantanosos de turba se han considerado siempre ecosistemas de baja productividad (debido a la baja tasa de descomposición de la materia orgánica), pobres en especies y con pocos endemismos, pero las evidencias recogidas en los últimos 20 años contradicen esta suposición. Se han descubierto muchas especies endémicas y altamente estenotópicas en los bosques de turba. Se denominan estenotópicas aquellas especies que solo pueden vivir en uno o dos hábitats en todo el planeta porque no toleran cambios drásticos en sus requerimientos ecológicos. Hasta 15% de las especies de peces de Malasia están asociadas a los bosques pantanosos de turba, pero además, 11 de las 47 especies de peces miniatura viven en ellos. Lamentablemente, este tipo de ecosistema está desapareciendo rápidamente en el sureste de Asia debido a la tala, el urbanismo y la transformación en cultivos, especialmente de palma aceitera, y acuicultivos de camarones. Con la desaparición de estos bosques se van también las especies que pudieron ser descubiertas, aquellas cuya existencia había sido certificada, y todos los servicios ecológicos que proporcionaban estos ecosistemas.
El título del vertebrado más pequeño lo ostenta, por ahora, un anfibio, la rana Paedophryne amaunesis, descrita en 2012, nativa de Papúa Nueva Guinea y de solo 7,7 mm de longitud. El nombre del género de esta nueva especie significa “rana niña” y fue establecido apenas dos años antes, en 2010. La ranita fue descubierta en la localidad de Amau, de allí el epíteto “amaunensis”.
Es una rana que vive entre la hojarasca y cuyo color, marrón rojizo con manchas negruzcas, la oculta perfectamente. Además, es capaz de dar saltos enormes para su tamaño, de hasta unos 21 cm (30 veces su tamaño). Como muchas otras especies de ranas que viven en el suelo o entre la hojarasca, no sufre metamorfosis, eso significa que en su ciclo de vida no está la fase de renacuajo. Su población es cualitativamente muy abundante si bien no se cuenta con datos cuantitativos. Se considera como una especie de Preocupación Menor (LC) porque su hábitat no está amenazado, si bien su área de distribución es relativamente pequeña (647 km2).
El descubrimiento de vertebrados cada vez más pequeños hace que nos preguntemos ¿cuán diminuto puede ser vertebrado? Porque entre los invertebrados macroscópicos, ya vimos algunos casos extremos al inicio del artículo, y los hay todavía más pequeños. Entre los vertebrados, la miniaturización y el gigantismo traen consigo limitaciones funcionales mucho más graves que las postuladas en invertebrados, pero los descubrimientos recientes nos hacen preguntar dónde están esos límites. Por ahora sabemos que están entre 7,7 mm, en la ranita de Amau, y 29 metros, en la ballena azul. Sin embargo, tenemos evidencias de que en la Tierra vivió un mamífero digno de Liliput, el más pequeño que haya existido. Se trata de un eulipotiflo (grupo que incluye a topos, musarañas, desmanes, solenodontes, erizos y gimnuros) del género Batodonoides, B. vanhouteni. Probablemente pesaba entre 0,9 y 1,8 gramos y vivió durante el Eoceno Inferior en Norteamérica. La reconstrucción del fósil se ha hecho a partir de un maxilar y varios dientes molares. A decir verdad, la biodiversidad parece no tener límites. Seguramente, en un par de años, actualizaremos nuestra lista de los campeones de la miniaturización.
Sin lugar a dudas, la diversidad de la vida en nuestro planeta es sorprendente. Nuestra Tierra es un planeta único en nuestro Sistema Solar, único en nuestra galaxia y único en nuestro universo. Sin entrar en especulaciones sobre cuántos rincones del universo podrían albergar formas de vida análogas a la nuestra, lo cierto es que las probabilidades de encontrar uno que sea idéntico al nuestro son remotas. Ni siquiera nuestra Tierra es hoy como fue hace millones de años.
Autora: Zaida Tárano Miranda (Colaboradora Provita Internacional).
Créditos fotos:
Mellisuga helenae (hembra), Ekaherina Chernetsova, Wikimedia Commons
Craseonycteris thonglongyai, Rachel Bates
Brookesia nana, Frank Glaw y otros autores, Wikimedia Commons
Paedocypris progenetica, de la publicación de M. Kottelat y colaboradores, Royal Society
Paedophryne amaunensis, de la publicación de E. Rittermeyer y colaboradores
Suncus etruscus, Trebol-a, Wikimedia Commons
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